«El objetivo de hacer obras perfectas no tiene sentido»

LA VOZ DE GALICIA , Concha Pino 25/4/2009

| El arquitecto Josep Llinás (Castellón, 1945), afincado en Barcelona, habló en Santiago de su obra en un acto organizado por la delegación compostelana del COAG, que dedica un programa a este profesional que incluye una exposición que recorre sus treinta años de trayectoria, con la idea de explicar que arquitectura y vida son inseparables. Profesor en la Universidad de Barcelona y de la del Vallés, es un gran admirador de la obra modernista de Josep María Jujol y de Alejandro de la Sota, con el que colaboró.

-¿Es discípulo de Sota?

-¡Ya me gustaría! Trabajé con él tres años en la reforma del Gobierno Civil de Tarragona, que fue cuando lo conocí, y me ha influido muchísimo, pero no tanto como si hubiera sido estudiante. A partir de esa experiencia reconsideré muchas cosas.

-¿Una de ellas fue su rigor?

-Precisamente en ese tema comprobé que Sota no era como yo pensaba. Me di cuenta de que el rigor, la renuncia, el carácter de resistencia y de un cierto ascetismo eran secundarios, que en realidad toda su obra lo que respira es la actitud contraria, que es una obra sin clichés, que huye de lugares comunes y deja que todo fluya libremente. Lo que descubrí entonces es que no había que sufrir, que había una manera de trabajar sin estar sometido siempre a una disciplina. Eso no me lo esperaba y lo viví con sorpresa. Era heterodoxo, no le importaba tanto el resultado como el proceso, las ideas, el concepto que guía el edificio.

-Usted lo aplicó a su obra.

-Hago lo que puedo. Pero esa lectura creo que la aprendí, que las cosas no dependen de que el material esté perfectamente acabado y todo impecable. La construcción tiene sus propias leyes, y lo que ha de tener claro el arquitecto es la idea que quiere formular. Eso no supone abandonar el control del proyecto.

-¿Se impone renuncias?

-Me voy haciendo mayor. Con el paso del tiempo he ido viendo que lo perfecto es insoportable. Y dar espacio a lo imperfecto me gusta. Lo he visto en las obras de Jujol. El objetivo de hacer obras perfectas no tiene sentido. Prefiero hacer las cosas más en pijama que en traje de domingo. La polaridad entre la eficacia, la racionalidad más neutra, y tratar de meter alma en la materia. Eso es lo que me gusta.

-¿Qué opina de la arquitectura espectáculo?

-Es bastante complejo. Hace poco leí un libro sobre Godard y explicaba que a partir de la película Tiburón todas las cultas habían dejado de tener importancia. En arquitectura pasa un poco lo mismo. La torre Agbar de Barcelona no me gusta, pero cuando en Navidad la iluminan con los colores del Barça es espectacular, te quedas embobado. Hemos perdido frente a los despliegues de tecnología y la capacidad del mercado de dirigir y enfocar los productos.

-¿La crisis hará recuperar cierta responsabilidad?

-Soy bastante pesimista. Creo que no va a suceder, porque se ha demostrado que esa arquitectura espectacular funciona, que es eficaz.




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