El origen de la pedrera de Gaudí hay que encontrarlo en un cafetal de Guatemala

24/05/09 | por Javier Montilla , el librepensador


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Hay una historia oculta que se esconde en las calles, en los edificios, en las plazas y en muchos rincones de Barcelona que el escritor Héctor Oliva nos enseña en su libro Veinte historias de la Barcelona americana… y una pregunta descarada. La obra, publicada en catalán y castellano por la Editorial Base y Casa América Cataluña, descubre el entramado histórico que se teje entre los callejones barceloneses y algunos rincones de Canadá, Argentina, Venezuela, Perú o las islas del Caribe.

Permíteme que te diga que tu nuevo libro es como un libro de viajes que se degusta desde la memoria de los sueños…

Es cierto que, por ejemplo, yo concibo el libro también como un libro de viajes. La literatura de viajes, al menos en su origen, busca descubrir al lector parajes exóticos y desconocidos. Y eso tiene mucho paralelismo en este libro, porque aunque no se relatan parajes exóticos, más bien lugares cotidianos que están literalmente a la vuelta de la esquina, la intención es relatar lo desconocido. Desvelar la parte desconocida de una serie de detalles archiconocidos y hasta emblemáticos de Barcelona, como la Vía Layetana, la Pedrera, el Palau de la Virreina y muchos otros. En ese sentido encaja con la intención de un libro de viajes. Y también un poco en la forma, porque en el fondo cada capítulo está pensado como un pequeño viaje urbano. E incluso también un viaje hacia distintas épocas del pasado: a la Barcelona del XIX, la Barcelona de los años 70, la Barcelona de la posguerra, etc…

Uno de los temas que más me sorprenden en el libro es la relación que existe entre Rubén Darío y Barcelona.

Como muchos otros literatos latinoamericanos, Rubén Darío tuvo una especial relación con Barcelona, donde vivió en dos etapas. La primera vez fue a partir de 1898, cuando llega como corresponsal del diario La Nación con la idea de describir el espíritu de la época y los procesos que se desencadenan a partir de la pérdida de la última colonia. Fue un período difícil para Barcelona, porque la imagen característica del 98 es la llegada masiva de soldados derrotados y desarrapados que abarrotan una ciudad que no tiene empleo suficiente ni centros de acogida para toda esa soldadesca. Además, por si fuera poco, la ciudad estaba tan atemorizada con los estadounidenses que corrió la voz que iban a venir a bombardear la ciudad. Incluso se instalaron minas en el litoral para impedir que pudieran acceder los barcos enviados por Washington. Después de una larga estancia en Mallorca, Rubén Darío regresó a Barcelona en 1913, pero ya con las facultades bastante mermadas, muy alcoholizados, con muchos achaques e incluso con frecuentes alucinaciones. Hoy, en Barcelona tenemos dos pequeños detalles que recuerdan al poeta nicaragüense: uno es un medallón en una de las fachadas del Parlament de Catalunya; el otro, una pequeña placa en la casa donde vivió en sus últimos años, en la calle Tiziano.

¿Consideras que Barcelona ha sido el punto neurálgico donde se fundían dos dimensiones tan diferentes como España y América?

Barcelona fue, a lo largo del siglo XIX, el punto en torno al cual basculaban esos dos mundos, España y América, del mismo modo que anteriormente ese punto de confluencia había sido Cádiz y antes incluso Sevilla. A lo largo del siglo XIX, Barcelona se erige en el motor del comercio en España, gracias sobre todo a su papel preponderante en la relación con América. Toda la escala social construye su sustento en base a América, tanto la alta burguesía (Comillas, Güell, Girona…), como la clase media, que siempre tenían algún miembro de la familia estratégicamente situado en Cuba o Puerto Rico, como las masas obreras, que sacan su salario como empleados en La Maquinista, la Compañía Trasatlántica, El Vapor Vell, las fábricas de algodón, todas ellas empresas con estrechos vínculos con América.

Uno de los puntos que quizás tengamos todos en la memoria colectiva, es que Barcelona únicamente ha mirado hacia Europa y hacia el Mediterráneo.

Los vínculos que se establecieron a lo largo del siglo XIX con América son imborrables. No hay más que darse un buen paseo por Santiago de Cuba o por Buenos Aires para darse cuenta de hasta qué punto continúa vivo ese recuerdo. Es cierto que a lo largo del siglo XX, Barcelona ha mirado mucho más hacia Europa y el Mediterráneo, pero, por ejemplo, de aquí a unos veinte años empezaremos a darnos verdaderamente cuenta de la revolución sociológica, comercial y hasta familiar que está implicando la inmigración procedente de países latinoamericanos. Para entonces, quién sabe si ya tendremos un presidente de la Generalitat con acento porteño o limeño. Es muy posible que en el siglo XXI, Barcelona vuelva a desempeñar un papel neurálgico en la relación con los países latinoamericanos.

Posiblemente uno de los temas que más sorprenderán al lector, es cuando relatas que La Pedrera, uno de los símbolos actuales de la Barcelona cosmopolita tiene orígenes guatemaltecos…

Es cierto, el origen de La Pedrera hay que encontrarlo, de hecho, en un cafetal de Guatemala, muy cerca del lago Atitlán, uno de los lugares más mágicos del mundo. Josep Guardiola fue un indiano que amasó una gran fortuna exportando café de Guatemala. También hizo dinero con acciones del Canal de Panamá. Regresó a Barcelona, ya viejito, y aquí se casó con una chica de veinte años, Roser Segimón. Al enviudar Roser, se casó en segundas nupcias con el hijo de una familia de la burguesía barcelonesa venida a menos, Perico Milà, que fue quien contrató a Gaudí para la construcción del hogar del matrimonio. Los Milà dieron nombre a esa vivienda del Paseo de Gracia, hoy famosa en el mundo entero, pero, de hecho, tanto la compra del terreno, como los honorarios de Gaudí y los salarios de obreros, peones, herrenos y artesanos que trabajaron en la Pedrera salieron de la fortuna que Guardiola había forjado en Guatemala.

Poca gente sabe que fue Barcelona la que dio cobijo a los grandes autores del boom latinoamericano: Cortázar, Vargas Llosa, Cabrera Infante, etc…

Barcelona le dio forma y, sobre todo, visión comercial al boom de la novela latinoamericana. Es posible que sin Barcelona y sobre todo sin personajes como Carlos Barral o Carmen Balcells, esa gran revolución literaria que supuso el encumbramiento de genios como García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes y compañía se hubiera quedado en un fenómeno local. Barcelona le dio dimensión internacional al boom y, sobre todo, dimensión comercial, porque aquí se creyó en ellos, aquí se editaron sus libros y aquí se consideró que valía la pena fomentar y divulgar todo ese caudal de creatividad. Y también aquí a Barcelona vinieron a vivir o a pasar largas temporadas todos esos autores. A caballo entre los sesenta y los setenta, García Márquez y Vargas Llosa paseaban y se emborrachaban juntos por las calles de Barcelona. Hoy, sin embargo, son declarados archienemigos. Cosas de la vida.

¿Crees que Barcelona ha perdido esa esencia? Y no sólo me refiero a la Barcelona Americana, sino a la Barcelona real, la que era capaz de unir a Machín y a Ocaña, a Cortázar y a Alberto Cardín…

Barcelona necesita un buen rapapolvo de humildad y de libertad. Demasiado diseño, demasiado elitismo, demasiada ordenanza tiquis-miquis y demasiado edificio símbolo. Las ciudades están para que vivan las personas; no para que las personas vivamos a merced de las ciudades. Posiblemente esta crisis tan denostada nos traiga también un poco de aire fresco, de naturalidad y de creatividad, que falta nos hace.

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