Sentido Contrario Calatrava

Sentido Contrario
Calatrava

MTI /Milenio/Héctor Rivera
Publicada: Mayo 18, 2009

Desde hace unos años, Santiago Calatrava se ha paseado por el mundo dejando por todas partes testimonios de un sorprendente genio creativo que se expresa a través del cemento, el ladrillo, el acero y la madera, con mucha frecuencia a medio camino entre lo clásico, lo moderno y lo funcional.
Valenciano de origen, radicado en Zurich, con oficinas en París y Nueva York, ha recibido a sus 58 años todo género de celebraciones y reconocimientos y ha recibido a menudo buenas andanadas de críticas e insultos de una legión de detractores que marcha más o menos al mismo ritmo en Europa y Estados Unidos.
La verdad, su imagen de intelectual triunfador y seguro de sí mismo, trepado en las alturas del mundo que ha conquistado a golpes de audacia, no le favorece nada. A muchos les parece pura pedantería su identidad profesional de arquitecto, ingeniero y artista, y le asestan cada vez que pueden la calificación de simple constructor de puentes.
Parece, pues, que buena parte de sus enemistades se han desprendido de su mayor virtud y también de su mayor riesgo. La conjunción de ingeniería y arquitectura, en la tradición de Antoni Gaudí y Félix Candela, no es bien vista en un medio como el de los arquitectos puros, tan dados a la estética solemne y a veces tan alejados de la estructura y sus posibilidades de manejo artístico.
A Félix Candela, de origen madrileño, que dejó huella en México con los resultados de esa doble función de arquitecto e ingeniero, el Palacio de los Deportes y el Pabellón de Rayos Cósmicos en la Ciudad Universitaria, entre otras obras de rara magia expresiva, le gustaba insistir en la trágica historia de la sede de la Ópera de Sydney que en el curso de su construcción sepultó muchas vanidades. La sugestiva estructura propuesta por Joern Utzon, un joven y desconocido arquitecto danés que a mediados de los años 60 contaba con 37 años, fue elegida entre 223 proyectos presentados a concurso y perdura hasta la fecha como un triunfo del encuentro de la arquitectura y la ingeniería. Seleccionado por el encanto grácil de la representación de un conjunto de velas de barco desplegadas al viento en la bahía de Sydney, el proyecto original sufrió tantas penas y amarguras como rectificaciones y modificaciones en el curso de una controvertida construcción que demoró casi 20 años y multiplicó escandalosamente el modesto presupuesto original. Utzon, por supuesto, fue despedido mientras crecía el coro de impugnaciones.
El obvio error consistía en menospreciar la influencia que tiene la escala o el tamaño en cualquier problema estructural, explicaba Candela, e ilustraba con la sencillez que lo caracterizaba: “una pulga salta muchas veces su altura, mientras que un elefante no puede despegarse del suelo”.
Hay que decir que Candela tenía también una amplia corte de detractores que cuestionaban sus estructuras, definidas como cascarones.
Calatrava ha enfrentado el riesgo y ha conocido también el fracaso y el escándalo al modo de Utzon, Candela y Gaudí. Su proyecto de un puente para el Canal Mayor en Venecia, elegido en 1996, fue terminado finalmente en 2008 después de enfrentar sobre la marcha de la construcción múltiples correcciones por fallas estructurales que ponían en riesgo el entorno por el excesivo peso. Cuando acabó por fin la construcción, las autoridades venecianas organizaron una silenciosa inauguración que los pusiera a salvo de una posible reactivación de la polémica por el alto costo de la obra. Pero el trabajo de Calatrava quedó ahí, desplegado como el ala transparente de un ave inmensa o una enorme columna vertebral de un centenar de metros articulados que permite el acceso a Venecia por el único puente construido en 125 años en esta ciudad. Para gozar de este mérito, el arquitecto valenciano debió enfrentar públicamente a sus detractores en una suerte de ritual de autoelogio que incluía un recordatorio de sus muchos trabajos realizados a lo largo de 27 años de actividad profesional en todo el mundo, entre ellos más de 40 puentes y 12 estaciones de trenes. El 90 por ciento de su labor como arquitecto e ingeniero, dijo entonces, a mediados de los años 90, ha sido en los terrenos de la obra pública.
Dueño de un Premio Príncipe de Asturias en Artes y de una docena de doctorados honoris causa, Calatrava ha sabido continuar su camino profesional sin doblarse ante las embestidas de sus enemigos. Pero los golpes menudean sin cesar.
Uno de los últimos ataques que ha enfrentado le llegó recientemente de las páginas del diario estadunidense The New York Times, que alguna vez lo ubicó entre los más influyentes del mundo. La publicación simplemente hizo pedazos su proyecto para la construcción de una enorme estación de transbordo del sistema de transportes para la Zona Cero de Nueva York. Sin contemplaciones, fue definido como un “artista ingeniero borracho de ego en busca más de la huella personal que del beneficio ciudadano, incapaz de superar el fatal error del proyecto: la incongruencia entre la extravagancia de la arquitectura y el limitado propósito al que sirve”.
Su “descorazonador” proyecto, ha dicho uno de los diarios más prestigiados de Estados Unidos, es un “monumento a un ego creativo”. Lo que el arquitecto valenciano había concebido como un nuevo símbolo para la ciudad, un par de alas inmensas elevándose entre los rascacielos neoyorquinos, fue recibido como “una extravagancia de limitada utilidad, una infraestructura poco útil y con demasiados adornos”.
Sin embargo, habituado a la vida creativa bajo la metralla, Calatrava ya había advertido: “yo quería dar un sentido de optimismo y de fe en el futuro de esta ciudad”. Algo prácticamente imposible.
Y ahora ha añadido a su audacia la virtud del silencio.

Comentarios

  1. ROBERT ANDREU FERRER. EPSEB.

    Aunque Calatrava no lo acabe de reconocer, quizás por vergüenza o por miedo a ver su obra reducida a una imitación de Gaudi, que tampoco sería el caso, a la vista está en multitud de detalles que pesa una influencia muy grande de Gaudi sobre el arquitecto valenciano. En mi opinión, y permítanme la comparación, Calatrava es el joven padawan y Gaudi su maestro Jedi.
    Para mi, ésta influencia no es algo que criticar ni menospreciar, ya que seríamos muy burros si no aprendiéramos del legado de Gaudi y más aún si no lo aplicáramos.
    Gaudi trabajó con la piedra, la cerámica y el hierro fundido como nadie había hecho, o quizás muy pocos, y empleo unas formas que tampoco a nadie se le habían ocurrido antes. Calatrava al ser de una generación posterior ha podido trabajar con otros materiales, como el acero y el cristal, lo que le da a su obra otro carácter, transportando a otra imagen los conceptos e ideas de Gaudi pero dentro de la misma dimensión, al mismo tiempo que ha usado sus mismas técnicas como por ejemplo el trencadís.
    Sintetizando un poco mi opinión, los dos arquitectos crean su obra a partir de los mismos conceptos pero con tecnologías y materiales distintos.
    En lo que a fusión entre arquitecto e ingeniero se refiere, si hay algo que puede ampliar la visión de la arquitectura es esta fusión sin duda. Este tandem proporciona a quien lo aplique una ventaja sobre el resto de "arquitectos a secas". Por eso gente como Gaudi, Calatrava o Candela se distinguen del resto.

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