Pastel de la Sagrada Família

Josep Maria Espinàs Periodista y escritor

El Periodico

No sé quién tuvo la idea de ofrecer al Papa, cuando esté en Barcelona, una tarta del tipo de la mona de Pascua. En cualquier caso, dicen que es una iniciativa nacida en el arzobispado, que la ha traspasado al gremio de pasteleros. La mona tiene que estar inspirada, naturalmente, en la Sagrada Família. Mira por dónde, y que se me permita la broma, algunos detractores de la construcción del templo no iban muy equivocados cuando decían, despectivamente, que la Sagrada Família sería una mona de Pascua. Yo no sé, naturalmente, qué modelo de mona se elegirá, si será por adjudicación directa a un pastelero o un encargo colectivo con la responsabilidad de todo el gremio. Pero, en mi opinión, modestísima y desinteresada, se tendría que impedir que la mona fuera una Sagrada Família en miniatura.

No puedo imaginarme una reproducción de la Sagrada Família de un palmo. El resultado sería patéticamente feo. Una de las características identitarias de este famoso templo es la grandiosidad de las dimensiones globales y la altura de las torres. Ya tenemos la experiencia de la torre Eiffel -me refiero al souvenir-, reproducida en diversas medidas y diversos precios, que ha perdido la finura aérea del original. O el caso del impresionante Coliseo de Roma, convertido en un lamentable cenicero.

Ningún monumento es comprimible sin que produzca angustia. Por ejemplo, sería absurda una torre de Pisa corta como un dedo. O imaginemos el monumento de Colón convertido en una vela. La Sagrada Família de las tiendas de recuerdos puede parecer un cactus, por lo que reducir la escala de un monumento es una traición.

Además, en arquitectura, el material de la construcción es decisivo, sobre todo en la fachada. En el caso de la Sagrada Família, sería bastante grotesco que la piedra fuese sustituida por la consistencia de la pasta de brioche. Porque el templo convertido en pastel debe ser comestible, claro. Por otro lado, no sé si es serio que un Papa tenga que morder, aunque sea simbólicamente, uno trocito de una iglesia.

Pero, seguramente, mis escrúpulos sean ridículos. Espero que se apruebe un sencillo pastel que represente un pequeño fragmento de cerámica del templo. Y será oportuno que la materia del pastel tenga alguna referencia religiosa: cabello de ángel, crema de san José... La forma puede ser cualquiera. Menos la de un brazo de gitano: se asemeja demasiado a un túnel.

Comentarios

  1. claro que la torre Eiffel es el mejor el ejemplo de cuando las cosas al comercializarse pasan a formar parte de un grupo al que algunos suelen llamar "kitsch", y no solo pasa en la arquitectura también en la música, por ejemplo la incesante repetición y utilización desmedida de la obra musical de Beethoven, así como se toca en salas diseñadas y especializadas también se puede escuchar como fondo de algún comercial televisivo ó para ambientar un supermercado. desde mi punto de vista ya no podría ser ningún exceso que se desfigurara mas la imagen de la sagrada familia, ya que gráficamente su contenido se ha explotado cambiando su escala en ocasiones más grande de lo que es y en otra mucho más pequeña, vasta con mirar todos los "Line-street" que propone la publicidad referente a Barcelona y podremos encontrarla junto a los demaás hitos urbanos de la ciudad. Tal parece que es imposible detener este impulso de convertir una obra maestra en algo comercialmente caricaturesco, cada quien saca su beneficio a la sombra de las buenas obras y ahora hasta su santidad en persona. por lo tanto esperemos a ver que tarta es

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  2. Dalí decía que la arquitectura de Gaudí es comestible, y tenía razón. Cuando se critica la arquitectura de Gaudí aludiendo a que sus obras parecen pasteles a mi no me parece realmente una crítica, sino un elogio. Puestos a comer, yo prefiero una tarta de nata blanda y dulces colores que no un cubo lleno de indigestas aristas.

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  3. Nunca me había planteado lo que comenta Espinàs en esta publicación, que el hecho de reproducir un monumento a pequeña escala lo despoja de su esencia, la monumentalidad. Anula todas sus virtudes, y pierde todos sus detalles.
    Estoy muy de acuerdo con él al reflexionar sobre todos los diminutos souvenirs que jamás han conseguido producir la impresión que crean los modelos a los que reproducen.
    Por eso yo también espero, junto al escritor, que no suceda lo mismo con nuestra gran obra de Gaudí, que nuestra esvelta e inconsumible Sagrada Familia no quede reducida a la vulnerable consistencia de nata y bizcoho con una vida útil de pocos minutos..

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