Astorga acuña la marca Gaudí

centenario del palacio episcopal
Ana Gaitero 09/06/2013 Diario de León .es   

Corre el año 1887. Es martes, día de mercado en Astorga. Un hombre de barba negra y ojos vivos se fija en los cacharros que los alfareros de Jiménez sacan de las alforjas de sus mulas


Las terrazas del palacio son parte del 25% de espacios ocultos que se abrirán al público con motivo del centenario. secundino pérez

Astorga es encrucijada de caminos y de poderes. Ciudad de buen vivir, con obispo y sin gobernador civil. En 1887 el genio de Gaudí se cruzó con el destino de Asturica Augusta, punto de encuentro de once vías romanas, de la Ruta de la Plata y del Camino de Santiago.

No fue un encuentro casual. Lo provocaron un incendio, el que asoló el palacio episcopal en el terreno donado por Doña Urraca entre la Catedral y la muralla, y el obispo reusense Juan Bautista Grau, imbuido del espíritu de la Reinaxeinça catalana. «Querían exportar al exterior la marca Cataluña», cuenta don José Fernández, director del Palacio Episcopal y del Museo de los Caminos.

Grau mandó construir un nuevo palacio sobre las cenizas medievales. Y Gaudí, paisano del obispo, proyectó un edificio que parece un castillo, es un palacio y tiene el alma de una catedral. Corría el año 1889 cuando se puso la primera piedra, el día 24 de junio, onomástica del prelado.

El 12 de octubre se cumplen 100 años de la finalización oficial del Palacio de Gaudí, aunque no se remató según su proyecto y nunca fue habitado por obispo alguno. El único que quiso hacerlo murió en el intento. Tal vez por ello sus sucesores prefirieron dedicarlo a museo.

Para acabar el palacio se precisó el «favor del cielo», dice la inscripción latina que rodea la cúpula de la capilla en la planta noble. El arquitecto catalán abandonó las obras en 1893 por desavenencias con el Cabildo por los retrasos en el pago de las minutas, «que en realidad eran responsabilidad del Ministerio», matiza Miguel Pérez Cabezas, coordinador de los actos del Centenario del Palacio.

El tirón del mito
Astorga quiere aprovechar ahora el tirón de la marca Gaudí en el mundo para atraer siquiera a una parte del torrente de turistas que llegan a Cataluña para ver las maravillas del modernismo y de este arquitecto que pasó de ser olvidado y menospreciado a encumbrado desde los años 50 gracias a la reivindicación que Dalí hizo de su obra.

El Palacio de Astorga es «na obra maestra en la organización del espacio y en el tratamiento de la luz. Una joya de Gaudí alejada de la densa y brillante ruta del modernismo catalán, que tiene un lugar señero en la Ruta Europea del Modernismo.

Obra historicista y neogótica, en la antesala del modernismo, es el principal aval de la ciudad para formar parte de esta red, junto a la Casa Granell, construida por un industrial chocolatero, y la iglesia de San Andrés, conocida como la segunda catedral de Astorga.

Los amantes del modernismo están sobre todo en Cataluña y en Japón y la idea es que el Palacio de Gaudí sea más conocido por los catalanes y atraiga a León al turismo japonés. La falta de vuelos con buenos horarios entre León y Barcelona es un obstáculo, apunta Miguel Pérez, pero el proyecto no se va a parar.

El objetivo es alcanzar los 100.000 visitantes sobre los 70.000 que entraron el año pasado con el ticket de 3 euros. Más de 160.000 personas visitaron los jardines cuya entrada es gratuita, previo paso por la tienda.

Vender en Cataluña
La apuesta es fuerte. El Obispado de Astorga invirtió medio millón de euros el año pasado en el centro de recepción de visitantes, que liberó al palacio de espacios importantes como el antiguo despacho y biblioteca del director de Museo (hoy sala de proyección) o la casa del guarda.

Otros 40.000 euros, aportados por el Obispado e Imagen Mas, empresa adjudicataria de la gestión, han sido invertidos en acondicionar la sala de proyección, la web, un audiovisual, la imagen corporativa y productos de promoción. Una chimenea que tiene forma de templo protagoniza el logotipo del centenario.
El Palacio de Gaudí se venderá en Cataluña junto a tres joyas del modernismo Patrimonio de la Humanidad: la Sagrada Familia, la Casa Milá, la Casa Granell y el Parque Güell. Las cuatro libretas con los logotipos de estos monumentos son parte del merchandising creado especialmente para difundir el Palacio de Astorga en la ciudad condal.

El buen paño, en el arca no se vende. En el caso del Gaudí de Astorga, airearlo precisa de ciertos arreglos, los más urgentes sobre las terrazas y el tejado para eliminar las humedades que ya calan el salón del trono, y abrir las estancias camufladas entre las cuatro torres de la fortaleza episcopal.

Sacar a la luz el Palacio Escondido —nombre del proyecto para su lanzamiento turístico— supone acondicionar un 25% del espacio construido. Son los lugares destinados a las actividades de intendencia de la residencia (cocina, calefacción, casa del guarda y escaleras de servicio), pero también los más íntimos como los cuartos bañera que miran a la catedral y a la ciudad de Astorga a través de unos ventanales que captan una espléndida luz natural.

Escondidas están también las terrazas de las torres, desde las que se ofrecen unas vistas esplendorosas de Astorga y su catedral gótica, de sus murallas y del horizonte al sur de la ciudad. Su acondicionamiento es una de las prioridades del convenio del Obispado de Astorga con la Junta de Castilla y León, que supone un desembolso de 200.000 euros en los años 2013 y 2014.

«Con este proyecto pondremos en marcha visitas especiales al edificio, actividades singulares en el interior, juegos para jóvenes, visitas especiales para colegios, eventos en los jardines, paquetes turísticos que incluyen actos singulares en el edificio, etc», explica Miguel Pérez. La empresa y el Obispado invertirán 30.000 euros en la puesta en marcha del Palacio Escondido.

Entrada al cielo
El coste del palacio, en su momento, no superaba las 170.000 pestas, poco más de 1.200 euros de los actuales. «El cabildo reconocía que era una obra singular, pero se planteaba si se podía permitir todo eso», matiza.

Gaudí cautivó a Grau con tan solo unos planos. Su obra esconde entre las piedras de granito arrancadas en Montearenas, al lado de Ponferrada, multitud de símbolos y todo un tratado de arquitectura. «Me impresiona el pórtico, las dovelas con arcos abocinados, sin profundidad, gravitando sobre sí mismas para recibirnos como si se entrara a un lugar elevado, divino», apunta José Fernández.

Antonio Gaudí (Reus 1852-Barcelona 1926) tenía 35 años cuando vino a Astorga a hacer el palacio episcopal. Y tenía las ideas muy claras. Quería la entrada que hizo y no paró hasta que no logró su objetivo. Tuvo que reconstruir tres veces las columnas abocinadas porque no conseguía sujetarlas. Venció a la gravedad.

Una vez traspasada la entrada, y sus paredes con los escudos salvados de los palacios medievales arrasados en el incendio, el recibimiento es espectacular. Su diseño desprende un aire mozárabe, casi de mezquita. 

Aquí Gaudí utilizó la humilde alfarería de Jiménez de Jamuz para hacer resplandecer la bóveda con el brillo de la tierra cocida y bañada en cobre.

Manos jiminiegas
De las columnas monolíticas de granito, hechas en la cantera de Montearenas y transportadas a Astorga en trenes y bueyes, nacen las nervaduras y arcos decoradas con ladrillos vidriados, «casi unos cacharros», para los que Gaudí mandó hacer unos moldes especiales. Una veintena en el Museo de los Caminos, uso que se empezó a dar palacio a partir de 1963. Las mujeres de Jiménez pintaban los ladrillos con el ala izquierda de la gallina si eran diestras y con la derecha si eran zurdas. Crestas, helechos, plumas, peines se repiten unas tras otros en tonos más claros o más oscuros. No es capricho de Gaudí, sino del azar y del lugar donde los ladrillos fueron colocados en el horno durante su cocción.
«En esta parte del palacio se resolvían la mayor parte de los problemas: estaba la secretaría y el provisorato, el tribunal eclesiástico; sólo los más difíciles o las personas más importantes llegarían a la planta noble», explica Fernández.

Si algún día se hubiera utilizado para la función que se edificó, los visitantes podrían descubrir, como ahora el turista curioso, que los capiteles «parecen lo mismo pero no lo son: unos tienen las hojas hacia arriba y otros hacia abajo», añade. El sacerdote ve en los triángulos formados por círculos un nuevo guiño de Gaudí a la divinidad. «El triángulo es la trinidad y el círculo, la figura que no se sabe donde empieza ni donde acaba, la más perfecta, es la eternidad», apostilla. Sobrecoge imaginar, como propone el cura, que «se sitúe uno donde se sitúe en esta sala no escapa a la mirada del ojo divino».

Luminosidad
Los esgrafiados, aunque sparece que no son de Gaudí, son un exponente más de la decoración modernista. «Mucha gente entra al Palacio de Gaudí por el Museo de los Caminos», señala su director. En el provisorato hay una colección de cruces y de Santiagos Matamoros cuya contemplación detenida puede llevar no sólo horas, sino años. Treinta y cinco hace que José Fernández al frente del palacio y del museo y todavía se encuentra sorpresas.

La escalera principal, de caracol, lleva a la planta noble y sus peldaños están hechos con piedras de una sola pieza. Hasta aquí llegó Gaudí. No es apta para sillas de ruedas. La accesibilidad del palacio está limitada a la planta a través de una plataforma exterior.

La planta noble es diseño del arquitecto catalán, pero la decoración de madera es posterior, de 1913, según delata un angelote en el que el artesano talló la fecha. Hay que conocer el palacio tan bien como José Fernández para poder encontrarlo.

La luminosidad da majestuosidad a la estancia en la que las columnas vienen del árbol y los capiteles son estrellas de ocho puntas, de las que arrancan los nervios correspondientes. La mayor parte de las vidrieras fueron hechas en el taller madrileño de los hermanos Maumejean.

Maestro del espacio
El salón del trono, el despacho del prelado, el comedor de gala, el despacho del vicario y la capilla son las estancias a las que se abre la planta noble. «El triángulo sigue vigilándonos», advierte don José, mirando al cielo. Alrededor de estas espacios de abolengo circulan las escaleras invisibles en un rectángulo que parece infinito para que se pudiera entrar y salir de cada despacho sin ser visto. Para atender al obispo con discreción.

El palacio tiene salida directa a la muralla y a la catedral. Gaudí, primerizo cuando afrontó esta obra, realizó bastantes guiños a su tierra natal. Y sus sucesores en la dirección respetaron algunos. La rosa de Reus, de cinco pétalos, aparece en la decoración exterior del palacio, en los aleros del tejado.

El Palacio Escondido son también los símbolos poco visibles y, si se ven, poco entendibles como los dos búhos que vigilan el altar de la capilla que, como las catedrales, cuenta con su girola. «Los mochuelos también simbolizan la divinidad», apunta.

Catedral en miniatura
El discurso iconográfico relata la vida de la Virgen, del nacer al morir. El lujo preside esta «catedral en miniatura» en la que sólo los ladrillos que dan a su parte interior fueron vidriados, como señal de distinción. La virgen del Palacio, a la que la gente llama del Carmen, es de mármol de Carrara y al despacho del obispo, que nunca tuvo obispo, fue a parar la mesa de caoba que el maragato Cordero regaló a Fernando VII.

El sotobanco es la planta ejecutada por el arquitecto García Guereta y terminada en 1913, después de varios años en que las obras del palacio estuvieron abandonadas. Las cosas de palacio van despacio y en el de Gaudí de Astorga tuvieron que pasar una guerra y todavía incontadas penalidades humanas —torturas a prisioneros rojos— que circulan como leyendas en la intrahistoria del edificio, pero aún no se han investigado.«El palacio fue ocupado por elementos de la Falange y cuentan que aquí torturaron a gente. Destrozaron bastante y no fue hasta el año 1954 cuando se rehicieron muchas cosas con dinero destinado a las zonas devastadas», explica el director del museo.

Una década después se abrió al público por primera vez como Museo de los Caminos, uno de los más ricos tanto por la cantidad como por la variedad y categoría del patrimonio que alberga. El director siente dedibilidad por la cruz procesional de Castrotierra, cuyo Cristo se atribuye a Miguel Ángel. «Mira, el paño que le tapa no es original y sólo a Miguel Ángel se le permitían hacer figuras desnudas», apunta.

Las colecciones se reorganizarán, particularmente la exposición de la última planta y los restos romanos del sótano, entre ellos la única escultura humana que se conserva de Asturica Augusta y el mosaico de Villares.
La exposición del sotobanco cuenta con obras de Monteserín, Sendo, Castorina y otros artistas consagrados al lado de obras menores. Se redistribuirán por las estancias que se ganarán con el proyecto del Palacio Escondido.

El Palacio de Gaudí se convertirá en dos años en el único edificio del arquitecto que podrá visitarse al cien por cien, incluido el foso un espacio desde el que el castillo gana altura y se ofrece en toda su envergadura con tramos anchos y más estrechos adaptados al discurrir de la muralla limítrofe.

Desde el foso se acerca la mirada a los diferentes niveles arquitectónicos que Gaudí ideó para separar los dos modos de vida que tenían que convivir sin mezclarse. Al cabo de un siglo se sacan a la luz y serán las clases más pudientes, el turismo de lujo que busca captar el palacio, las que circulen por la escalera de espiral rectangular oculta dentro de la torre.

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